La situación encendió todas las alarmas. En
Corrientes, los suicidios vinculados a adolescentes y jóvenes de entre quince y
veintinueve años crecieron “casi el doble” en comparación con la misma época
del año pasado. Así lo afirmó la psicóloga infantil-juvenil Camila González
Nazer en declaraciones al programa Hoja de Ruta, donde remarcó que la
problemática ya no puede mirarse únicamente desde la salud individual, sino
como un reflejo del malestar social.
“Ya no es un síntoma aislado: es un espejo de lo
que nos está pasando como sociedad”, sostuvo la especialista, que trabaja junto
a escuelas y familias en prevención emocional.
El diagnóstico que describe es contundente: las nuevas generaciones llegan a la
adolescencia y primera adultez con la expectativa de tomar las riendas de su
vida, pero se topan con un escenario muy distinto al que les prometieron.
Según González Nazer, las juventudes enfrentan un
“vacío existencial” producto de un entramado de factores: carreras que se
extienden sin rumbo claro, empleos mal remunerados, crisis económicas
constantes, falta de tiempo libre, migración forzada para estudiar o trabajar,
vínculos frágiles y una sensación persistente de que el futuro no llega. “A las
juventudes se les prometió un futuro lleno de posibilidades y no llega”,
sintetizó.
A este panorama se suman nuevas alertas. La
psicóloga reveló que están apareciendo conductas compulsivas cada vez más
temprano: “Hay chicos de once y doce años que ya están en apuestas ilegales”,
señaló, junto con el aumento del consumo problemático de sustancias, el juego
online y una exposición digital que se vuelve tóxica.
Los mensajes que los jóvenes reciben de los adultos
no ayudan. González Nazer mencionó el reciente meme viral donde dos niños
“bailan en vez de buscar terrenos baratos”. “Nos reímos porque nos
identificamos, pero también se les transmite que ya deberían estar
preocupándose por sobrevivir”, advirtió.
La cultura de la inmediatez, los influencers que
prometen dinero fácil y la presión constante de las redes sociales multiplican
la ansiedad. “Tenemos demasiada información y eso nos da más ansiedad. Nos
intoxicamos de comunicación”, expresó, citando al filósofo Byung-Chul Han.
Uno de los puntos más sensibles es la edad de
inicio en el uso del celular. “El promedio de acceso al celular propio hoy es
de ocho años. No hay necesidad. Es demasiado pronto”, alertó. El dispositivo,
señaló, moldea conductas, autoimagen y expectativas, y abre la puerta a redes
sociales a las que los chicos acceden incluso antes de la edad permitida.
En una encuesta escolar reciente, detectaron tiempos de pantalla de entre
dieciséis y dieciocho horas diarias: “No es que estén todo ese tiempo mirando,
sino que el celular ya es parte de la mano”, afirmó.
El diagnóstico es duro y plantea desafíos urgentes
para familias, escuelas y el sistema de salud mental. La especialista insiste
en que la problemática requiere políticas públicas, educación emocional temprana
y un acompañamiento comunitario sostenido: “La desesperanza en la juventud es
un síntoma social. Y atenderlo es una responsabilidad colectiva”.








