Cada 30 de octubre, la Iglesia honra la memoria de San Marcelo de
León, un centurión romano que decidió entregar su vida antes que traicionar sus
convicciones. En tiempos del emperador Maximiano, Marcelo rompió públicamente
su espada y abandonó su puesto militar, proclamando que solo servía a Cristo.
Por
esta declaración, fue arrestado, juzgado y finalmente decapitado. Su testimonio
atravesó los siglos como símbolo de resistencia pacífica ante el poder injusto.
Hoy, su historia invita a reflexionar sobre el valor de sostener la fe en medio
de las presiones del mundo moderno, recordando que la verdadera fuerza nace de
la conciencia y la fidelidad interior.





