En su artículo
para Agencia Nova, el filósofo Lisandro Prieto Femenía advierte que las redes
sociales, lejos de garantizar la libertad de expresión, han construido un
sistema de control y censura que prioriza lo rentable sobre lo humano. Según su
análisis, plataformas como Instagram promueven la exposición de contenidos
violentos o vulgares mientras silencian voces que expresan valores
tradicionales, crítica social o llamados a la reflexión.
Prieto Femenía sostiene que esta dinámica responde a
una “economía de la atención” basada en la captura de datos y la maximización
de la retención publicitaria. En ese contexto —dice— la visibilidad se paga con
tiempo de exposición, y la censura se impone cuando una voz resulta incómoda o
poco rentable.
El autor describe el fenómeno como una “hipocresía
institucionalizada” donde la moderación algorítmica, los sesgos de los modelos
y las denuncias humanas reproducen prejuicios culturales y políticos. Así, la
libertad de expresión se convierte en una libertad condicionada: se puede
hablar, pero no necesariamente ser escuchado.
En su reflexión, plantea la necesidad de una reforma
profunda que garantice transparencia algorítmica, auditorías independientes y
mecanismos reales de apelación. A su juicio, el problema trasciende lo
tecnológico y alcanza lo filosófico: decidir qué tipo de esfera pública
queremos y quién debe definir los límites de lo visible y lo pensable.
“Sin libertad de
pensamiento, la libertad de expresión vale poco”, cita Prieto Femenía al
escritor José Luis Sampedro, para concluir que la verdadera libertad no
consiste en poder publicar, sino en poder ser escuchado y debatido sin censura.






