Durante décadas, los hijos únicos han cargado con
estigmas difíciles de sacudir: egoístas, solitarios, mimados, narcisistas. Sin
embargo, la ciencia ha comenzado a desmentir con fuerza muchos de estos mitos.
En una sociedad donde tener un solo hijo es cada vez más común, entender estas
dinámicas se vuelve crucial.
Una investigación alemana reciente midió las dos
facetas del narcisismo —búsqueda de admiración y rivalidad— en más de 1800
personas y no halló diferencias entre quienes tenían hermanos y los hijos
únicos. El
estudio, dirigido por Michael Dufner (Universidad de Leipzig), concluyó que el
mito no se sostiene científicamente.
El estigma del narcisismo se remonta al siglo XIX,
con figuras como Stanley Hall y Alfred Adler, quienes consideraban al hijo
único como un niño sobreprotegido y problemático. Pero sus ideas, aunque
influyentes, no tienen respaldo empírico actual.
La creatividad, en cambio, sí muestra diferencias.
Un estudio en China reveló que los hijos únicos presentan mayor volumen de
materia gris en regiones cerebrales asociadas a la creatividad. Esta ventaja estaría vinculada a
una mayor atención parental.
En lo social, investigaciones muestran que los
hijos únicos pueden igualar —e incluso superar— a sus pares con hermanos en
habilidades interpersonales, especialmente durante la adolescencia. Un estudio de la Universidad
Estatal de Ohio sugiere que las diferencias observadas en jardín de infantes
desaparecen con el tiempo.
En cuanto al sobrepeso, un estudio europeo advirtió
que los hijos únicos tienen un 50 % más de riesgo de obesidad. Esto se asocia a menos actividad
física, mayor exposición a pantallas y factores socioeducativos, aunque sigue
siendo una tendencia general y no una condena.
Durante la pandemia, si bien pasaron más tiempo sin
compañía infantil, también compartieron más momentos con sus padres. Según la psicóloga Toni Falbo,
esto podría haber amortiguado el impacto emocional del confinamiento.
Incluso se ha estudiado el vínculo entre tener
hermanos y el divorcio. Un informe sociológico en EE. UU. halló que cada
hermano adicional reduce en un 2 % la probabilidad de separarse. Los autores explican que crecer
con hermanos “entrena” para la vida en pareja.
En definitiva, los hijos únicos no son más
inadaptados ni emocionalmente frágiles que el resto. Como en toda
experiencia humana, influyen muchos factores: crianza, contexto social,
educación y afecto. La ciencia está desmontando prejuicios, y el hijo único ya
no debe cargar con culpas ajenas ni etiquetas heredadas.