El Gobierno argentino solicitó formalmente a la
Justicia de Estados Unidos la suspensión del fallo que obliga a
transferir el 51% de las acciones Clase D de YPF al Bank of New York
Mellon, como parte del litigio promovido por fondos buitre tras la
expropiación de la petrolera estatal en 2012. La medida busca frenar una
sentencia calificada por especialistas como un “precedente peligroso” para la
soberanía de los Estados.
El conflicto tiene como principal actor al fondo
inglés Burford Capital, que compró por 17 millones de euros los
derechos para litigar contra la Argentina, y que ya revendió parte de esos
derechos por más de mil millones de dólares, en un negocio considerado
especulativo. El caso fue impulsado en tribunales de Nueva York, donde la jueza
Loretta Preska —cuestionada por su falta de competencia— falló en contra
del país, incluso sugiriendo que Argentina debería modificar sus leyes
para cumplir con la sentencia.
El Ejecutivo mantiene la estrategia jurídica
histórica, basada en el respeto al artículo 17 de la Constitución Nacional,
que exige para cualquier expropiación causa de utilidad pública, ley del
Congreso e indemnización al privado. Argumentan que esto fue cumplido con el
pago a Repsol de 5.000 millones de dólares, aprobado por el Congreso en
2014. No obstante, declaraciones recientes del presidente Javier Milei,
que responsabilizan a Axel Kicillof por la supuesta mala praxis de la
nacionalización, podrían ser utilizadas en contra del Estado argentino.
En paralelo, el gobernador bonaerense Axel
Kicillof denunció posibles vínculos entre funcionarios del actual Gobierno
y el fondo Burford, y adelantó que impulsará una investigación al respecto.
Por su parte, YPF aclaró mediante un comunicado que no forma parte
del litigio ni de los procedimientos ordenados por la jueza Preska, aunque
alertó sobre posibles impactos en su plan de inversiones.
Economistas como Nicolás Gadano señalan que
los fondos especulativos apuestan a negociar una compensación con el Gobierno,
y que la sentencia “no se va a cumplir”. En la misma línea, otras voces alertan
que litigar en Nueva York fue una maniobra artificial, sin sustento jurídico en
los documentos oficiales de privatización o expropiación.
El fondo Burford, que adquirió los derechos del
quebrado Grupo Petersen, encontró en la legislación estadounidense una
vía para reclamar montos multimillonarios a partir de un vacío legal y una
lectura forzada del estatuto de YPF, que ya había sido subsanado en sede local.
El caso se transforma así en un símbolo de la disputa entre Estados
soberanos y capitales financieros internacionales.
Argentina prepara su apelación formal
mientras insiste en que la jueza neoyorquina no tiene jurisdicción válida
y que su sentencia contradice tanto el derecho nacional como los tratados de
inmunidad soberana vigentes en Estados Unidos. El desenlace judicial podría marcar
un hito en la relación entre los países emergentes y los fondos litigantes que
operan al margen del sistema financiero global.