Nacionales: Los clásicos del barrio
25/10/2025
| 5 visitas
El barrio está cambiando. Lo digo yo, que no nací acá, no me crie acá, no aprendí a andar en bicicleta con rueditas acá ni me tomé el primer colectivo acá, pero el barrio está cambiando. Cerró la remisería que atendía a la vuelta, cerró la tintorería que estaba justo pegada, cerró la panadería que estaba a ahí a dos pasos de la esquina, esa que nunca tenía facturas ricas ni tortas para recomendar, pero con el pan cumplía. Mignones, flautitas, cremonas. Cerró la peluquería de la otra cuadra, a la que no iba nunca pero sí una vez en medio de un capricho y funcionó. Cerró el supermercado chino que estaba enfrente del supermercado que todavía está. ¿Dónde cierra un chino? Acá cerró. Cerró también ese restaurante famoso por su mollejas y de ventanas redondas. Cerró el local de la costurera, ella me hacía los ruedos de los pantalones que me quedaban largos y me ajustaba las cinturas de las polleras que me quedaban grandes. El barrio está cambiando, sí, y no quiero. Las cuatro o cinco cuadras que tengo alrededor me alcanzaban para resolver mis cuestiones básicas: necesito ir para allá, estoy apurada, no llego en colectivo, me tomo un remis; vienen las chicas a cenar, lo resolvimos a última hora, voy a cocinar ñoquis, voy a comprar el pan acá nomás; qué lindo el montgomery que me regalaste, me queda divino, lo voy a llevar a la tintorería así lo estreno.Mi barrio está cambiando y creo que entendí lo que pasa. Se está quedando sin clásicos. En el local en que funcionaba el chino pusieron un gimnasio que no tiene ni un aparato. Es un gimnasio en el que los que se anotan hacen ejercicio con su cuerpo y ya. En el lugarcito en que la costurera tenía su negocio, siempre relleno de olor a tela, sacos en perchas, pantalones doblados y cordones de zapatos de colores que vendía y que jamás vi a nadie comprar, pusieron un despacho de arepas. Eso solo. Un ventanal, un cartel enorme en letras con brillos, una mesada y una carta para elegir entre arepas rellanas de porotos negros, carne mechada, plátano, pollo, palta. En la peluquería a la que fui una sola vez armaron un negocio de manicuría y hacen uñas en punta, uñas con piedras que brillan, uñas con muñequitos que entran en una uña, uñas con flores doradas. Ahora no sé dónde voy a llevar el acolchado a lavar, menos mal que ya no como tanto pan porque debería caminar más para conseguir lo que tenía a metros, tampoco sé cómo resolver lo que la señora rubia resolvía -de tanto que iba éramos un poco amigas-, quién me va a cambiar los elásticos vencidos, voy a tener que aprender a coser y eso que lo único que sé es reforzar botones de camisas, pero lo voy a tener que hacer y quizá de paso ya deba aprender a tejer no porque tuviera una tejedora cerca, no, esa está lejos, es mi madre, que si lo pienso resulta inigualable, pero tendré que aprender a manejar agujas y cuántas cosas más si esto sigue. Porque como se fue la remisería se podría ir el día de mañana la farmacia de la otra esquina y después la ferretería pegada a la torre de mitad de cuadra y por qué no la verdulería de los chicos que ya me saludan al pasar y dónde voy a comprar los tomates, cómo voy a hacer para conseguir las gotitas que me pongo cada vez que me duele el oído, para qué quiero hacer gimnasia con mi propio peso si ya no voy a tener dónde comprar comida. Palermo está cambiando tanto. Por suerte los árboles siguen y están bien verdes. Hace unas semanas eran apenas ramas secas con las que se podría haber prendido fuego el mundo pero ahora están luminosos. El barrio no. El almacén de abajo lo muestra. Hace quince años, cuando llegué, había una marca que lo avisaba pero no le presté atención. El cartel olvidado de un local que nunca vi abierto. Es negro y dice: What a Movie videoclub y delivery. Aún sigue acá.
galería de fotos (0)
galería de videos (0)
galería de audios (0)
No hay fotografías cargadas.
comentarios de la gente
Todavía no hay comentarios. Escriba el suyo.
noticias similares sobre nacionales