La
reestructuración de la Policía Federal Argentina (PFA), oficializada a través
del Decreto 383/2025, generó controversia en distintos sectores, especialmente
por la incorporación del ciberpatrullaje como una de las
funciones prioritarias de la fuerza. El nuevo Estatuto, de once páginas,
habilita a los agentes a realizar tareas de prevención del delito en entornos
digitales de acceso público, como redes sociales abiertas y sitios web, sin
necesidad de autorización judicial previa.
Uno de los puntos
más cuestionados es el artículo 6°, inciso 11, que faculta a
la PFA a recolectar datos en redes con fines preventivos. Si bien el decreto
aclara que las acciones deberán respetar derechos fundamentales como la libertad
de expresión, la privacidad y la protección de datos personales,
diversas voces manifestaron su preocupación por el posible uso indebido de
estas herramientas.
La exministra de
Seguridad Sabina Frederic fue una de las primeras en pronunciarse: “En este
Gobierno es difícil pensar que van a usar el ciberpatrullaje para prevenir
delitos”, expresó en una entrevista radial, poniendo en duda la
transparencia del uso de esta herramienta en el actual contexto político.
Los detractores
señalan que, si bien el decreto menciona que el accionar deberá ceñirse a los
límites de la Ley de Inteligencia —la cual prohíbe la vigilancia sobre
opiniones políticas, sociales o económicas de los ciudadanos—, en la práctica existe
el riesgo de que se terminen calificando como delitos ciertas expresiones u
opiniones personales, vulnerando garantías constitucionales.
Desde el Gobierno
explicaron que el objetivo es anticipar delitos como grooming, trata de
personas, narcotráfico y estafas digitales, y que todo se hará “siguiendo
pautas de la autoridad competente”. En ese marco, se buscará detectar patrones
de conducta como la compraventa de armas, objetos robados o engaños en redes
que puedan derivar en otros delitos.
No obstante, la
implementación genera inquietud entre especialistas, juristas y referentes de
derechos humanos, quienes exigen mayor claridad sobre los controles y
límites del accionar policial en el espacio digital, así como
mecanismos efectivos de supervisión para evitar abusos.
El debate está
abierto, y la sociedad vuelve a preguntarse hasta dónde debe llegar la prevención
del delito cuando el terreno a patrullar es la virtualidad, y los límites,
muchas veces, se confunden con el derecho a pensar, opinar y expresarse
libremente.