Los eventos
climáticos extremos se registran con mayor frecuencia e intensidad en distintas
regiones del mundo y la Argentina no es la excepción. Inundaciones repentinas,
lluvias concentradas en pocas horas, sequías prolongadas y olas de calor cada
vez más duraderas forman parte de un escenario que los especialistas describen
como una “nueva normalidad climática”.
Según los informes
científicos más recientes, el principal factor detrás de este fenómeno es el
calentamiento global. El aumento sostenido de la temperatura media del planeta
provoca una atmósfera más caliente y cargada de humedad, lo que deriva en
precipitaciones más intensas en cortos períodos y, al mismo tiempo, en mayores
lapsos sin lluvias. Esto explica por qué hoy se alternan extremos: exceso de
agua y sequía.
A este contexto
global se suman factores locales que agravan el impacto. La deforestación, la
destrucción de humedales y el crecimiento urbano sin planificación reducen la
capacidad natural de absorción del suelo. Como consecuencia, cuando se producen
tormentas fuertes, el agua no encuentra vías de escurrimiento y se multiplican
los anegamientos y desbordes.
Los especialistas
también alertan sobre el incremento de la variabilidad climática, con cambios
bruscos de temperatura y estaciones cada vez más impredecibles. Este comportamiento
errático del clima genera dificultades para la producción agropecuaria, la
infraestructura y la vida cotidiana de la población.
Las proyecciones
indican que estos eventos extremos continuarán intensificándose en los próximos
años, lo que plantea la necesidad de avanzar en políticas de prevención,
adaptación y planificación, tanto a nivel local como regional, para reducir los
riesgos y daños asociados al nuevo escenario climático.









