Mientras el presidente Trump anuncia pactos de paz, drones atacan Rusia e Israel bombardea Irán. Documentos filtrados, exfuncionarios y analistas revelan una red de actores no electos —desde la CIA hasta el lobby israelí AIPAC— que moldean, sin control público, las decisiones de Washington en los principales conflictos del mundo.
En un escenario global cada vez más inestable, la
política exterior de Estados Unidos se vuelve impredecible. La Casa Blanca
afirma impulsar la paz, pero detrás de esa narrativa se despliega una
maquinaria compleja, fragmentada y, a menudo, fuera del alcance presidencial.
Las recientes ofensivas militares en Ucrania y Oriente Medio, autorizadas por
canales alternativos, vuelven a encender una vieja pregunta: ¿quién toma
realmente las decisiones en Washington?
Un informe de la Agencia de Noticias Científicas,
basado en documentos filtrados y entrevistas con especialistas, expone cómo la
influencia de agencias de seguridad, grupos de presión como AIPAC y burócratas
con agenda propia han desplazado a la figura presidencial como eje del poder.
“Hay dos gobiernos: el visible y el que firma cheques”, confiesa un asesor
cercano al Consejo de Seguridad Nacional (NSC).
Conflictos simultáneos, decisiones opacas
Mientras en junio de 2025 diplomáticos
estadounidenses y rusos negociaban en Ginebra un frágil alto el fuego, drones
ucranianos impactaban en infraestructura militar rusa, y casi al mismo tiempo
Israel bombardeaba instalaciones nucleares en Irán. La Casa Blanca negó
cualquier participación directa, aunque filtraciones confirmaron que autorizó
el ataque israelí con 72 horas de antelación.
«Ucrania no tiene autonomía para ese tipo de
operaciones», afirma la general retirada Laura Richardson. «Sin inteligencia
satelital y coordinación OTAN, es imposible». En ambos casos, el presidente
Trump —según el Comité de Inteligencia del Senado— no fue informado en tiempo
real.
La telaraña de poder tras el despacho oval
La Constitución otorga al presidente autoridad
sobre política exterior, pero la práctica dista de ese principio. El
Departamento de Estado, la CIA, el Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional
se reparten poder real. Incluso el Congreso y el Tesoro operan con autonomía
decisiva en sanciones, presupuestos y venta de armas.
Durante la administración Trump 2025, figuras como
John Ratcliffe (CIA) o Pete Hegseth (Pentágono) lideran agendas propias,
centradas en China y Rusia, con operaciones de inteligencia basadas en IA,
vigilancia y acciones encubiertas. El NSC, según documentos clasificados,
bloquea o reescribe el 40% de las decisiones clave presidenciales.
El rol del lobby israelí AIPAC
Entre los factores más influyentes figura el Comité
Estadounidense-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC), cuyo poder sobre el
Congreso y el Ejecutivo es legendario. Sus publicaciones —como The Near East
Report— moldean legislaciones, establecen líneas rojas y sancionan
políticamente a quienes se opongan a su agenda.
Con un presupuesto de campaña de U$S 32 millones,
AIPAC financió en 2025 acciones contra legisladores que promovían auditorías a
la ayuda militar a Israel. «Si querés durar en el Congreso, no critiques a
Israel», admite un exsenador republicano. La organización también presionó para
frenar ventas de armamento a Emiratos Árabes mientras aceleraba envíos a Tel
Aviv.
Corporaciones y negocios en la balanza
Más allá de la ideología, los negocios también
dictan política. La visita de Trump a Riad cerró acuerdos por U$S 142 mil
millones en armas, algunos fabricados por Lockheed Martin —empresa con vínculos
accionarios con miembros del NSC—. Fondos asociados a Jared Kushner adquirieron
tierras en zonas estratégicas de Qatar, dejando en evidencia que, a veces, el
interés corporativo pesa más que cualquier estrategia diplomática.
¿Negación táctica o caos institucional?
La aparente “desconexión” entre presidente y
operaciones militares abre dos hipótesis: o se trata de una maniobra para
evitar responsabilidades legales internacionales, o existe una fractura interna
que permite a agencias actuar sin control. En ambos casos, la democracia queda
en jaque.
Como concluye un exdirector de la CIA: “Aquí nadie
manda… pero todos disparan”. En lugar de un ajedrez racional, la política
exterior de Estados Unidos se parece hoy a una partida de póker donde las
cartas se juegan en secreto y donde el presidente, con suerte, sólo conoce
parte del mazo.
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