La festividad de San Juan Bautista, que
tiene lugar cada 24 de junio, es una de las más antiguas del calendario
cristiano. Según el Evangelio de Lucas, fue el profeta que anunció la llegada
del Mesías y bautizó a Jesús en el río Jordán. A diferencia de la mayoría de
los santos, cuya fiesta recuerda su muerte o martirio, a San Juan se lo celebra
por su nacimiento, fijado simbólicamente seis meses antes del de Cristo.
Pero más allá del plano estrictamente religioso, la
fecha coincide con una serie de celebraciones ancestrales. En tiempos antiguos,
muchas culturas europeas celebraban el solsticio de verano —alrededor
del 21 de junio en el hemisferio norte—, el día más largo del año y momento
clave del calendario agrícola. En esas ceremonias, el fuego tenía un rol
central: se encendían hogueras para dar fuerza al sol, como símbolo de
purificación y protección frente a los males.
Con la expansión del cristianismo, la Iglesia
decidió integrar estas festividades al calendario litúrgico, vinculándolas al
nacimiento de San Juan. Así surgió la llamada "noche de San Juan",
donde las fogatas, los ritos de paso, y las pruebas de coraje
se mantuvieron, aunque resignificadas desde la fe cristiana. En vez de adorar
al sol, se celebraba la luz espiritual del “precursor”, como se conoce a Juan
Bautista.
En América Latina, y en particular en el Litoral
argentino, estas tradiciones fueron traídas por los colonizadores y
adaptadas a los paisajes y culturas locales. En provincias como Corrientes y
Misiones, la noche de San Juan conserva un fuerte componente popular: las
familias y comunidades encienden fogatas, comparten comidas típicas como la
chipa o el mbeju, y participan de juegos tradicionales como caminar
sobre brasas, saltar el fuego o leer papeles secretos que se queman para
obtener señales del destino.
También es una fecha asociada a lo mágico y lo
profético. Muchos creen que en la noche del 23 al 24 de junio se abren
portales, se revelan sueños o se pueden hacer rituales para atraer la salud, el
amor o la buena fortuna. Aunque para otros, simplemente es una excusa para
reunirse, mantener vivas las tradiciones y rendir homenaje a una figura
profundamente respetada por su humildad, valor y compromiso con la verdad.
Hoy, en tiempos de modernidad y pantallas, la
fiesta de San Juan Bautista sigue siendo una llama viva de identidad y
cultura popular, donde se entrelazan la historia, la religión y el
folklore. Una celebración que, aunque adaptada a los tiempos, nos recuerda
que hay fuegos que no se apagan.