Mientras Javier Milei juega a los vetos y a la motosierra, su propio bloque se desangra entre aprietes, peleas ridículas y diputados que terminaron dándole quórum para rechazar el ajuste contra los más vulnerables. Marcela Pagano y Carlos D’Alessandro expusieron la interna libertaria con un desfile de miserias políticas digno de un sainete decadente.
La sesión en la
que la Cámara de Diputados rechazó el veto presidencial a la Ley de Emergencia
en Discapacidad dejó mucho más que un resultado legislativo: expuso, una vez
más, el papelón en el que se ha convertido La Libertad Avanza. Con 172 votos
afirmativos, el Congreso se plantó contra Milei y su desprecio por los sectores
más vulnerables. Y la escena fue posible porque, para sorpresa de nadie, dos
libertarios decidieron romper el cerco del miedo y sentarse en sus bancas: Marcela Pagano y Carlos D’Alessandro.
Pagano, convertida ya en la “oveja negra” del bloque,
denunció públicamente aprietes de su propia fuerza, calificó de “fascista” a
Martín Menem y protagonizó escenas de conventillo con sus pares Lilia Lemoine y
Celeste Ponce, al punto que hasta hubo agua volando en plena interna violeta.
La ex periodista, marginada de la Comisión de Juicio Político, lleva meses
señalando la podredumbre interna de un espacio que prometió libertad y terminó
siendo un feudo de capataces y operadores de segunda.
D’Alessandro, por su parte, aportó su propio
repertorio de tragicomedia. Desde denunciar a “Lule” Menem por manipular listas
en San Luis hasta acusar a operadores libertarios de usar aviones privados —sí,
esos mismos de la “casta” que Milei decía combatir— para sus roscas de pasillo.
Como broche bizarro, sorteó 50 botellas de vino “Llanto de mandriles” en redes
sociales, una postal que sintetiza mejor que mil discursos la seriedad
institucional del espacio que se autopercibe “la nueva política”.
Lo cierto es que, mientras Milei juega a vetar leyes
que garantizan derechos básicos, su tropa parlamentaria se rompe a pedazos
entre aprietes, operaciones y shows mediáticos. El bloque libertario, que llegó
al Congreso envuelto en la épica del “cambio”, hoy se parece más a un club de
barrio en guerra por la cantina: peleas chicas, egos desmedidos y nula
capacidad para gobernar.
La pregunta es inevitable: si no logran sostener la
mínima disciplina en un recinto legislativo, ¿qué se puede esperar de un
proyecto político que pretende administrar un país? La respuesta parece haber
quedado clara en la sesión de ayer: Milei no solo perdió la votación, perdió
también lo poco que quedaba de la mística libertaria.
Lisandro Almirón, que sueña con ser gobernador, junto a Federico Tournier, volvió a darle la espalda a las personas con discapacidad al respaldar el veto presidencial a la Ley de Emergencia. Mientras tanto, Manuel Aguirre volvió a ausentarse, fiel a su récord de no estar en las votaciones clave.
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