Este jueves, el cónclave de
cardenales reunido en el Vaticano eligió como nuevo Papa a Robert Francis
Prevost Martínez, quien asumió el nombre de León XIV. Nacido en Chicago pero
nacionalizado peruano, Prevost fue descrito por la prensa estadounidense como
“el menos estadounidense entre los cardenales estadounidenses”, y por The New
York Times como una “alternativa equilibrada” entre el ala progresista que
encarnó Francisco y los sectores más conservadores de la Iglesia.
Prevost desarrolló gran parte de su
carrera pastoral en Perú, particularmente en la región de Chiclayo, donde ganó
reconocimiento y cercanía con las comunidades locales. Su elección fue
celebrada con orgullo por los medios peruanos, que lo bautizaron como “el Papa
peruano”.
Aunque se muestra partidario de una
“iglesia sinodal”, en línea con el impulso reformista del Papa Francisco, el
flamante León XIV ha mantenido posturas firmes y conservadoras en ciertos temas
de fuerte debate social. Se opone, por ejemplo, a la ordenación de mujeres, al
considerar que “clericalizar a las mujeres no necesariamente soluciona un
problema, podría generar uno nuevo”.
En cambio, acompaña otras reformas
de Francisco, como permitir que católicos divorciados y vueltos a casar accedan
a la comunión, y promueve una mayor responsabilidad ecológica, al advertir
sobre la urgencia de actuar ante el cambio climático.
Donde su tono se endurece es en
cuestiones vinculadas a género y diversidad. Se manifestó en contra de la
inclusión de contenidos sobre identidad de género en los programas escolares,
al considerar que se trata de una “ideología” que “busca crear géneros que no
existen”. También rechazó el matrimonio igualitario y expresó su desacuerdo con
lo que considera una normalización de “estilos de vida” alejados del Evangelio,
como las familias homoparentales.
León XIV parece llegar con el
objetivo de sostener un equilibrio en tiempos de tensiones internas dentro de
la Iglesia Católica. Ni ruptura con el legado de Francisco, ni retorno pleno al
dogma tradicionalista. Su perfil modera, pero no cede. Dialoga, pero marca
límites. Y desde el corazón de Roma, con alma peruana, se abre camino una nueva
etapa en la historia del papado.