En el corazón de Roma, detrás de
los muros centenarios del Vaticano, se vive una grieta cada vez más evidente:
progresistas, moderados y conservadores se posicionan en la antesala del futuro
cónclave que deberá elegir al próximo papa. Como en toda transición de poder,
las internas afloran, y la Santa Sede no está exenta de esas tensiones que
también atraviesan a los Estados en épocas electorales.
Durante los últimos doce años, el
papa Francisco trabajó para renovar el colegio cardenalicio con una impronta
más universal y pastoral, eligiendo purpurados afines a su visión y
provenientes de las regiones más periféricas del mundo. Sin embargo, su legado
está lejos de estar garantizado: “Pueden salir compromisos, nuevos escenarios.
Va a haber una ofensiva conservadora. La hubo, la hay y la seguirá habiendo”,
advirtió la periodista italiana Francesca Ambrogetti, coautora de El Jesuita y El
Pastor, biografías clave del pontífice argentino.
Hoy, los fieles se preguntan si la
Iglesia retornará al perfil de un papa italiano —como no ocurre desde Juan
Pablo I en 1978— o si persistirá en la senda global que marcó Francisco, el
papa del “fin del mundo”.
Entre los principales candidatos
suenan nombres como Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y referente del ala
progresista, o el filipino Luis Antonio Tagle, con un enfoque centrado en la
misericordia y la inclusión. Del lado moderado aparece el secretario de Estado,
Pietro Parolin, figura clave en la diplomacia vaticana. En el ala conservadora,
en cambio, destacan el estadounidense Raymond Leo Burke, crítico férreo de
Francisco, y el neerlandés Willem Eijk, alineado con la ortodoxia de Benedicto
XVI.
También se barajan candidaturas
menos tradicionales como la del africano Peter Turkson, de perfil progresista,
o el húngaro Peter Erdo, de talante conservador pero hábil en el diálogo
político.
Solo los cardenales menores de 80
años podrán participar de la votación, en la que se necesitarán dos tercios del
apoyo para proclamar a un nuevo papa. Más allá de los nombres, lo que se debate
es el rumbo: ¿continuidad o cambio? ¿Apertura o tradición? La Iglesia Católica,
una vez más, se enfrenta a una decisión que marcará su destino histórico.